"Me voy a permitir, con la máxima brevedad posible, hacer ciertas declaraciones que, aunque en privado nunca la las he ocultado, es la primera vez que las hago en público. Pienso con ello, tal vez darle más sentido a mi intervención en este acto. Aunque es la tercera vez que recibo un grado universitario honorífico, y he tenido el disfrute de ocupar alguna que otra posición directiva en otros Centros de Enseñanza, permítanme informales que, como alumno, jamás estuve en universidad alguna, ni en ninguna escuela de enseñanza secundaria. Por desplazamientos y otras circunstancias, sólo en breves ocasiones fue alumno en pobres escuelas elementales rurales.
Al hacer esta declaración, quiero ser enfático, no lo hago levantando ninguna bandera. Por el contrario, enfatizo el alto precio que he tenido que pagar por ésta deficiencia en mi enseñanza y les afirmo a todos ustedes, profesores y alumnos, mi firme convicción de que la cultura es la base principal para el progreso y la felicidad de los pueblos.
Educado en una sociedad un tanto cerrada donde sólo recibía la enseñanza de una religión que afirmaba ser "la única cierta y verdadera", en mis 14 o 15 años veía en ella muchas grietas y me asaltaban grandes dudas. El 14 de abril de 1931, como una explosión, llegó a España la Segunda República, abriendose un ancho camino por el que jubiloso me puse a caminar cada día con más avidez, al ir descubiendo lo hermoso, lo ancho, lo bello, que era el mundo y su gente.
Por los próximo años leí con gran avidez, entre muchos, a Pio Baroja, Victor Hugo, León Tolstoy, Dostoyewsky, pasando a la filosofía de Schopenhauer, Kant, Espinosa, Nietzsche, para encontrar finalmente a mis 18 años, en la inmensa humanidad de Miguel Ferrer, Eliseo Reclus, Pierre Proudhon, Mijail Bakunin y oeter Kropotkin. Me impresionó el pensamiento anarquista, en su modalidad pacífica como lo predicaba Proudhon, y en su dimensión moral, como lo postulaba Kropotkin.
Fue el pensamiento anarquista, el que me libró de tantos fantasmas y dudas. Además, me permitió convencerme de que la humanidad, practicando sus propios valores, puede encontrar su propia felicidad sin tener que depender de falsos apóstoles, quienes, predicando en el nombre de un Dios hecho a su medida, formam sus propios rebaños, encerrándolos en corrales desde donde se pasan unos a otros acusandose y señalandose como enemigos. Las páginas mas crueles de la historia están escritas en la defensa de estas.
Entre los valores que afianzo en este mensaje, para esta hermosa juventud que hoy culmina su educación universitaria, está el del agradecimiento. No importa que venga a un acto de esta naturaleza algo "arrastrado", tengan ustedes la seguridad de mi más profunda gratitud y mi compromiso absoluto de que honraré el honor que me concedeis en el día de hoy con la promesa de seguir esforzándome cada día, con el mismo espíritu de siempre, por rendir un mayor servicio a la sociedad. No tengo ni he tenido a través de toda mi vida otro propósito.
Tengo el convencimiento de que las familias y compañías acaudaladas tienen la obligación de ayudar a mejorar las muchas áreas de nuestra sociedad que están mal atendidas. Pensar que la solución de los problemas sociales es sólo obligación del estado, es tanto injusta como irresponsable. Dedicarse a crear capital en una sociedad con el único fin de acumularlo dando la espalda al sufrimiento colectivo, no sólo no la mejora sino que la hace más insegura y desgraciada.
Tengo entendido esta institución, que es ya de por si un hermoso ejemplo para esta sociedad, tiene el propósito de crear unas medidas para intensificar la enseñanza o filosofía del disfrute de dar y trabajar en beneficio de otros.
Felicito al Sistema Ana G. Méndez por tomarse esta iniciativa, afortunadamente ya atendida a nivel universitario en otros países, en los cuales un número cada vez mayor de personas acaudaladas han comprendido es más justo y beneficioso, aún para sus propios herederos, legarles una sociedad justa y equilibrada y no una llena de desigualdades y por ende de los peligros y amenazas sociales que esto engendra.
Al despedirme y darles las gracias a todos por vuestra atención deseo felicitar a vosotros los 611 graduados, desearles el mayor triunfo en vuestras profesiones y encarecerles y, hasta me permito aconsejaros, hagan del trabajo y del deseo de servir una ilusión, la de aportar al máximo en pro de una sociedad en la que, todos, repito, todos, estemos plenamente satisfechos y felices de ser parte de ella."